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LA REVISTA QUE HABLA DE TODO Y DE TODOS Número 14 -Noviembre 2014

UNA ALMENDRA AL ESTE DE MEDINACELI

MEDINACELI- SALINAS DE MEDINACELI- ARBUJUELO- URES DE MEDINA- LAYNA-SAGIDES- ARCOS DE JALÓN- SOMAÉN- RIO BLANCO- JUBERA- COVERSIN- LODARES- VELILLA DE MEDINACELI- AVENALES. (76,4 kilómetros)

 

 

Hoy proponemos un viaje alrededor de una región un tanto olvidada. En cuyo corazón, este olvido se hace patente por el abandono al que han sido condenadas algunas joyas arquitectónicas. Sin embargo, las localidades tranquilas y apacibles que la conforman, se pueblan con gentes curtidas y francas, con árboles genealógicos instalados hasta lo más profundo de los tiempos en esas tierras duras, pero a la vez de una belleza incomparable. El primer punto al que llegamos es Medinaceli. Ciudad que se encuentra a 77 kilómetros de Soria capital, debe su nombre probablemente a la antigua voz céltica “ocelis”, que significa colina. Aunque hay un sinfín de teorías respecto al origen del nombre. Lo que sí es cierto es que los romanos vieron en este emplazamiento un lugar perfecto para explotar las salinas, al pie de la ciudad, en lo que hoy se conoce como barrio de la Estación, en una versión más tan repetida en los pueblos españoles de “arriba y abajo”. No sólo los romanos encontraron interesante el lugar, sino que los árabes en su invasión, vieron perfectamente las posibilidades defensivas de Medinaceli, incluyendo además, le existencia del agua de excelente calidad, unido a ser confluencia entre los valles del Jalón y el Arbujuelo. Punto estratégico de gran magnitud.

Dentro de sus límites, encontramos el único arco de tres arcadas en España, declarado Bien de Interés Cultural en el año 1930. Además, tenemos el Palacio Ducal, que se salvó de la ruina tras una esmerada rehabilitación y que hoy está convertido en museo. En realidad, todo el conjunto del casco viejo se ha visto implicado en recientes y profundas obras de conservación y rehabilitación, lo cuál no quita que muchos vestigios de interés se hayan perdido para siempre.

Pegado a Medinaceli (a 5,2 kilómetros), llegamos a Salinas de Medinaceli, que fue casi siempre dependiente de la ciudad que le da el apellido. Su periodo de independencia fue entre 1859 y 1963. Durante mucho tiempo, fue conocido como “Salinas del Rey”, debido a que la sal era un bien muy preciado en la Edad Media y todos se disputaban la titularidad de las explotaciones antiguas romanas. Con el producto de las salinas, realizaba obras de caridad Alfonso X. Pertenecieron al Estado hasta 1871, en que fueron vendidas a una empresa particular llamada “Eloísa y Santiago”.
Otra de las curiosidades de la localidad es que cerca de ella se encontraron restos de la posada que aparece en el Cantar del Mío Cid, “La Ansarera”.

Prosiguiendo nuestro camino en dirección sur, topamos con Arbujuelo, (4,5 kms.) Como municipio, deja de existir a mediados del siglo XIX, integrándose en Velilla de Medinaceli y posteriormente en Medinaceli. Según el último censo de 2010, contaba con 10 habitantes. Cuenta con una iglesia de la Expectación de Nuestra Señora.

Desde aquí, aterrizamos en 15 minutos en Ures de Medina (a 10,2 kms.) También llamado Urex de Medinaceli, en realidad pertenece a Arcos de Jalón después de integrarse a mediados del siglo XIX en Sagides.  Aún sin saberlo a ciencia cierta, se considera que su nombre viene del íbero, “Agua Clara”. Esta agua está muy presente en la vida del pueblo, con una serie de manantiales en sus alrededores que acaudalan al Río Blanco; y  uno de ellos en el mismo pueblo que abastecía a sus habitantes.

Consta de 7 habitantes censados.

Otros 7,7 kilómetros nos separan de Layna, perteneciente a Arcos del Jalón y también ligado al Mío Cid, en este caso en su 5ºtramo.
En este término encontramos la importantísima y primera reserva paleontológica nacional, que data de 1964, donde se han encontrado hasta el momento mamíferos, reptiles y anfibios. Hay  40 habitantes censados.

Ya dirigiéndonos al norte, tenemos Sagides (7,7 kms.) Con 9 almas fijas, se encuentra bañado por un afluente del Jalón llamado Madre o de Sagides. Pertenece a Arcos de Jalón. Podemos ver la iglesia de la Virgen de los Desamparados, así como las numerosas fuentes que surten a la localidad y que en otros tiempos generaban electricidad para una industria y cuatro pueblos limítrofes.

 



Un poco mMás lejos, a una distancia de 9 kilómetros, llegamos a Arcos de Jalón (1774 habitantes). Aquí podemos ver el castillo y la iglesia de Nuestra Señora de La Asunción, esta última de estilo gótico.

Somaén. Dista 5.2   kms. de Arcos, al cuál pertenece. Cuenta con un yacimiento más de los que pueblan la zona, el de la Cueva de la Mora. Este yacimiento ha suscitado cierta polémica por encontrarse en él material campaniforme anacrónico con lo que se espera. Se han realizado diversas pruebas con carbono 14 para intentar determinar su exactitud, que confirma que lo hallado está 600 años fuera del periodo temporal que le correspondería.

En esta población de 37 almas censadas, podemos observar un castillo del que no se conoce fundador. La mayoría de las edificaciones se vieron afectadas por el incendio provocado por los franceses durante la invasión napoleónica.
La actividad se mantiene gracias al turismo rural, si bien en tiempos fue un núcleo comercial de relativa importancia, con representantes sobre todo laneros y del mimbre. De esta antigua villa, son las “camuesas”, una variedad de manzana característica por tener grandes propiedades antioxidantes. Prueba de ello es que al morderla se oscurece rápidamente. Es muy apreciada por las personas mayores de la región, aunque sobre todo, su conservación se debe a un pueblo de Córdoba en la que se han esforzado mucho por ampliar el número de árboles productores, Carcabuey.

Además del castillo, se puede visitar la parroquia de Nuestra Señora de la Visitación, la Ermita de la Soledad y la Ermita de San Antonio, aunque quizá uno de los edificios más curiosos, que en realidad ya no existe, sea el de la Ermita de Santa Quiteria, cuya imagen se venera en la Ermita de la Soledad, y que estaba ubicada en el actual emplazamiento de la Posada de Santa Quiteria.

Continuamos camino observando los parajes hermosísimos del valle del Jalón, que en Otoño desbordan los ojos con gran cantidad de tonalidades amarillas, ocres y rojas, así como tratando de no perderse el espectáculo de la rica fauna que complementa la estampa, como el águila real, el milano o el cernícalo, además de sus compañeros de viaje terrestres habituales.

El siguiente pueblo al que llegamos es Río Blanco (3,9 kms.) y que dejamos atrás abandonado como hicieran sus antiguos moradores para acercarnos a Jubera a otros 4 kilómetros. Con tan sólo 12 habitantes, pertenece a Arcos de Jalón, donde podemos fotografiar el castillo, bien protegido desde 1949, que fuera comprado por el Arzobispo de Sigüenza en el año 1317.

Continuando el curso del río Jalón según se interesa por Medinaceli, llegamos a Lodares (6,6 kms), que fue en otro tiempo importante por contar con una posta. Interesante es la fuente de tres caños, compuesta por diversas partes y piedras encontradas en el lugar. Desde aquí, podemos entretenernos en disfrutar de una ruta de senderismo sólo conocida por los lugareños, pero que promete momentos de gran disfrute, hasta Yuba, despoblado desde los años 70, así como Coversín. Esta caminata consta de 8 kilómetros aproximadamente, de dificultad baja.

Completada prácticamente la almendra, volvemos a la altura de Río Blanco a 14 kilómetros,  donde tomaremos la SO-P3042, que en un alarde de vueltas y revueltas, nos conducirá tras cumplir 3,7 kilómetros a la población de Velilla de Medinaceli, perteneciente como tantas otras poblaciones de esta ruta a Arcos de Jalón. Cuenta con 20 habitantes que se jactan de quedar aislados del resto del mundo los días más duros del invierno. Tiene buen servicio hidráulico, amén del propio Río Blanco, que pasa por sus tierras. De este curso, es remarcable el paraje que se ha dado en llamar La Chorronera, un salto que salva 20 metros produciendo caprichosas formas dinámicas, enclavado entre un sinfín de nogales que riegan el suelo con su precioso fruto, que los lugareños recogen para después secarlo en las terrazas soleras del municipio.

Se tiene constancia escrita del pueblo ya en el año 1197 (Villiela), si bien se han encontrado vestigios de la Edad del hierro, y se ha descubierto una necrópolis con tumbas antropomorfas.

A finales del siglo XIX era un núcleo de gran importancia, disponiendo de fábricas, molinos harineros e incluso escuela, lo cuál era un adelanto sobre sus poblaciones vecinas.

Además de lo comentado, es interesante visitar el lavadero público, la cruz pétrea, la Iglesia “Presentación de Nuestra Señora”, La mina y el castro celtíbero en el monte de la Coronilla.

Dentro de la tradición que toda la comarca tiene con el agua, se cuenta que en el municipio hay fuentes de aguas sulfurosas beneficiosas para diferentes afecciones, así como una fuente de agua ferruginosa, idónea para abrir el apetito.

Por último, podemos tomar el camino que parte hacia Avenales (2,4 kms), población abandonada, quizá por la indolencia de sus regidores a la hora de adentrarse en el progreso e instalar la electricidad y el agua corriente. Se conoce a Otilio Algora, que en 1972 sería el último en abandonar el pueblo, después de dos años de haber vivido allí él solo.

Recientemente se han rehabilitado tres casas.